Febrero 22, 1930
Quien vive en la Divina Voluntad queda circundado
por la inmutabilidad divina. Muerte del bien;
sacrificio de la vida para hacerlo resurgir.
Estoy siempre en poder del Fiat Divino que sabe conquistar dulce y fuertemente, con su dulzura me atrae en modo irresistible, con su fuerza me vence, de modo que puede hacer de mí lo que quiere. ¡Oh Querer Santo, ya que Tú me conquistas, haz que con tu misma fuerza y dulzura te venza a Ti, y cediendo a mis súplicas continuas ven a reinar sobre la tierra, forma tu dulce encanto al querer humano, y todo llegue a ser Voluntad Divina sobre la tierra!
Mientras estaba pensando acerca del Querer Divino, mi dulce Jesús moviéndose en mi interior y haciéndose ver me ha dicho: “Hija mía, si tú supieras qué significa darse en poder de mi Divina Voluntad. El alma queda circundada por nuestra inmutabilidad, y todo se vuelve para ella inmutable: ‘Inmutable la santidad, la luz, la gracia, el amor.’ Así que no siente más lo cambiante de los modos humanos, sino la estabilidad de los modos divinos, por eso quien vive en mi Querer Divino, se puede llamar cielo que está siempre fijo y estable en su puesto de honor con todas sus estrellas, y si gira, como es todo el conjunto de la Creación que gira, por eso no cambia de puesto, ni varía, sino que queda siempre inmutable el cielo con todas sus estrellas. Así es el alma que vive en mi Divina Voluntad, podrá girar, hará varias acciones, pero como girará en la fuerza motora de mi Fiat Divino y en el conjunto de mi Voluntad, será siempre cielo, e inmutable en sus bienes y en las prerrogativas con las que la ha dotado mi Suprema Voluntad. En cambio quien vive fuera de mi Fiat Divino, sin su fuerza motriz, se puede llamar como aquellas estrellas errantes que se precipitan en el espacio, como si no hubiese un puesto fijo para ellas, y son obligadas, como estrellas errantes, a correr como a un precipicio, como si se hubieran extraviado de la bóveda del cielo. Así es el alma que no hace ni vive en mi Divina Voluntad, ella se cambia a cada ocasión, siente en sí tanta variedad de cambios, que siente fastidio de repetir un bien continuado, y si algún resplandor de luz hace salir de sí, es como el centelleo de las estrellas errantes, que rápidamente desaparece. Se puede decir que la señal para conocer si se vive de Voluntad Divina es ésta: ‘La inmutabilidad en el bien’; y cambiarse a cada pequeña incitación, es la señal si es que se vive del querer humano.”